POR. JORGE ENRIQUE PAVA QUICENO

He querido hacer abstracción de lo que hoy sucede en la alcaldía de Manizales, pero es imposible guardar silencio ante tantas aberraciones, incoherencias, arbitrariedades, ilegalidades, corrupción y luchas internas. 

En escasos seis meses y medio de esta alcaldía ha pasado de todo: enfrentamientos internos, enfrentamientos externos, actos administrativos erróneos, nombramientos rectificados, contratos irregulares, direccionamientos y tercerización ilícitos, favores políticos pagados con puestos, delegación indebida de funciones, nombramientos temporales con apariencia de definitivos, utilización indebida de bienes públicos, detrimento patrimonial, obstrucciones improvisadas a la libre movilidad, y un largo etcétera que se irá destapando con el transcurrir del tiempo, y que riñe con lo que prometió con llanto el entonces concejal Carlos Mario Marín, en medio de la espectacularidad y el histrionismo que rodearon su campaña a la alcaldía.

Y a todo esto se le suman las desapariciones constantes del alcalde, quien aparentemente suele ausentarse de sus funciones sin razón, para aparecer de un momento a otro en el lugar donde mejor se siente: las redes sociales, anunciando trivialidades o en actos intrascendentes que le alimentan el ego y lo hacen sentir poderoso y dominante. Manizales no se merece esto; Manizales es una ciudad hidalga con gente respetuosa, respetable y noble cuyo crecimiento ha sido armónico, cívico y notable, pero hoy vive un bache inmenso que amenaza con expandirse en un desgobierno absoluto. 

Una gran mayoría eligió a Carlos Mario Marín como alcalde de la ciudad, pero están gobernando en la sombra unas fuerzas oscuras que, sin asumir responsabilidad alguna, ponen en riesgo a los secretarios y gerentes de institutos descentralizados, quienes terminan obedeciendo agresivas órdenes de su patrón (emitidas desde poderes invisibles), y seguramente enfrentando procesos judiciales y exponiendo su libertad.

Cuando el pueblo elige a un mandatario mediante mecanismos democráticos, lo hace con el convencimiento de que será él quien asumirá las riendas, y por ello lo inviste de facultades y poderes. Confía en sus capacidades, habilidades, conocimientos y destrezas, y espera que cumpla con las promesas que solemnemente hizo cuando generó la esperanza que lo sedujo a votar por él.  Nunca ese pueblo espera que, depositando el voto por el candidato, termine entregándole el poder a otro. Eso es un fraude, una mentira, un acto corrupto y deshonesto que no se merecen la democracia ni los pueblos.

¿Quién es dentro de la administración municipal el señor Jorge Arturo Espejo Rivas, en quien el alcalde Marín parece haber delegado muchas de sus funciones? Él no tiene relación contractual con el municipio. ¿Qué hace entonces dirigiendo, atendiendo las citas del alcalde, disponiendo medidas, dando órdenes a los secretarios e irrumpiendo en las tareas de los funcionarios? ¿Saben los electores de Carlos Mario que sus votos le dieron poder a alguien que ni conocen, ni le pueden pedir rendimiento de cuentas?

Bajo el cielo y la tierra no hay nada oculto. La renuncia de cinco secretarios del despacho en seis meses y medio de esta administración, denotan una inestabilidad administrativa de grandes magnitudes. Denotan además que no nos están contando toda la verdad de lo que pasa en la alcaldía, y que esos poderes subterráneos están tal vez aprovechándose de las evidentes debilidades del alcalde, para hacer y deshacer. No de otra manera se entiende la cantidad de torpezas jurídicas, administrativas y personales que se han cometido, y donde aparecen firmando y exponiéndose los secretarios del despacho. 

Si dentro de esos secretarios están los verdaderos amigos del alcalde, atiendan una sugerencia: no le hagan más daño con su silencio; no adulen más sus desafueros; no le callen a la ciudad las verdades que deberíamos saber. El día de mañana la vida no les perdonará que, por mantener un puesto, hayan arriesgado la estabilidad moral, emocional y humana de su amigo, y hayan desestabilizado una ciudad tan hermosa como nuestra Manizales del alma. La ciudad está al garete; y seguirá así mientras nos sigan ocultando esas verdades que pondrían en jaque a su alcalde, pero nos llevarían a soluciones definitivas no solo de ciudad, sino en la persona de Carlos Mario Marín.

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