Omar Andrés Reina M.Viajador y Contador de Historias 
Líder de cambio, escritor, político, viajero y promotor de causas colectivas. Administrador de Mercadeo, Especialista en Economía Urbana y Regional, Magister en Estudios Políticos.

Una de las cosas que más me gusta de viajar, es conocer las versiones de la historia que tienen los locales. Escuchar adaptaciones de la realidad acerca de cómo pasó cada cosa, a veces con dicotomías que derivan en otros relatos y dan espacio a increíbles anécdotas que llenan de riqueza oral la tradición y convierten los lugares y las situaciones menos esperadas, en historias que merecen ser contadas una y otra vez.

Un martes 08 de mayo de 1945, los países Aliados de la Segunda Guerra Mundial aceptaron la rendición incondicional de la Alemania nazi. Tras el suicidio de Adolf Hitler durante la batalla de Berlín, la rendición alemana fue firmada por el coronel general Alfred Jodl. Se dió por terminada la gran guerra que pudo llevar a la humanidad a su exterminio y solo hasta 75 años después, en el año 2020, hemos tenido que asumir todos, como habitantes del planeta tierra, una amenaza de proporciones universales que nos obligue a actuar en conjunto, en solidaridad y pensando en el futuro común. Es inevitable comparar la guerra con la pandemia, aunque sean bien distintas.

Suelo pensar bastante en la manera como serán contadas las historias acerca de la pandemia en el futuro. Dentro de 75 años, qué se les dirá a los jóvenes de esa época venidera, sobre los pormenores generales del momento en que la raza humana tuvo que parar estruendosamente durante meses, porque un microscópico virus colapsó los sistemas de salud, se extendió por todos los rincones del mundo y terminó matando a cientos de miles de personas. Pero los libros de historia del mañana, no contarán los pequeños cuentos, esos que suelen ser más interesantes, esos que evidencian lo que somos y que solo se conservan en el tiempo, cuando se pasan de voz a voz, de generación en generación.

Recordé por la fecha una caminata que hice por París precisamente en el mes de mayo, hace algunos años; después de la visita obligada y la foto de rigor en el Molino Rojo, decidí subir caminando hacia Montmartre. Cruce por la cafetería donde se filmó Amelie, descubrí el taller donde brilló en sus mejores momentos Pablo Picasso; pude ver desde la calle la diminuta ventana del cuarto donde vivió Vincent Van Gogh, allí cuelga un girasol. Incluso me mostraron la pensión, donde pasaron épocas creativas de sus vidas, los premios Nobel de literatura Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Estuve mirando unos minutos el Muro Je T´aime, donde está escrito “Te Amo” en todos los idiomas del mundo. Cruce por la plaza de los pintores, subiendo la colina dónde se probó el primer motor de Renault. Hasta que tuve ante mis ojos la imponente basílica del Sagrado Corazón, uno de los símbolos de París y desde donde se aprecia una increíble vista de la ciudad luz, que llega hasta donde las calles se pierden en el horizonte.

Se me acercó un español, estudiante de historia del arte. Nació en Sevilla y su sueño siempre había sido vivir en un lugar romántico. Combinaba sus clases de barroco, con su trabajo de guía en los lugares turísticos de la ciudad. Por unos euros prometió contarme todo sobre Sacre Coeur, su construcción, sus estatuas y sus mitos. Cuando terminó su guión, que confieso había leído en internet antes de ir, lo invité a un café y le pregunté si tenía un relato distinto, algo especial que no le contara a los demás turistas. De la conversación rescato uno corto, pero muy oportuno hoy. 

En 1941, Francia había perdido el control de la mayoría de su territorio, una de las pocas ciudades que todavía combatía los ataques alemanes era París, lo que condenó a la ciudad a mantenerse bloqueada y a todos sus ciudadanos, que no eran combatientes, a permanecer en sus casas, mientras las tropas protegían las fronteras de la ciudad para evitar el avance de los ejércitos del tercer Reich. Como todo París estaba rodeado, el suministro de víveres y alimentos era imposible y después de varias semanas de encierro, toque de queda y aislamiento; las familias no tenían nada que comer y poco a poco empezaban a morir de hambre ¿suena familiar? Los dueños de restaurantes, iniciaron un movimiento para recoger todo lo que había en los hogares y preparar cada día, al menos un alimento completo que alcanzara para todos. La dieta elegida era simple, estofado de conejo. Los primeros días el experimento funcionó, lo que elevó la moral de los soldados al frente de la batalla, pero la solidaridad tiene sus límites y de nuevo escasearon los ingredientes; especialmente la liebre. Después de casi una semana de ayuno, cuentan que el viejo mariscal  Philippe Pétain, dijo que lo importante era la estrategia, y que más daba si se morían algunos de hambre; así que le ordenó a un coronel, que a su vez le ordenó a un sargento, quien ordenó a 14 soldados, capturar todos los gatos de París y llevarlos al casino de la base de artillería. Al día siguiente, los camiones militares, hacían sonar su sirena en cada esquina de la ciudad, mientras repartían un delicioso estofado que se servía a manos llenas; hacía meses que nadie comía con tantas ganas una comida tan deliciosa como esa; les dieron gatos en lugar de conejos. Los ciudadanos no sabían la verdad, pero reinaba una sensación de satisfacción, sentían que todo iba a estar bien; pensaban que no había nada peor que pudiera pasar y que a partir de ese momento vendrían tiempos mejores. Pues esa noche, los nazis se tomaron París.

Decía que es inevitable comparar la guerra con la pandemia, aunque la mayoría de las veces la historia es cíclica. Pareciera que quienes nos gobiernan, están haciendo todo lo que está en sus manos para salvarnos, aunque lo importante sea la estrategia o en nuestro caso, la imagen del gobernante. Esperemos que la satisfacción que sentimos con las medidas tomadas, con la solidaridad de hoy, no se conviertan en invasiones de peores males que nos ataquen mañana. Esperemos que en medio de decretos, traslados, deuda pública y emergencias, no nos estén dando gato por liebre.

Por admin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.